(La broma empieza a ser pesada cuando se repite muchas veces)
La hoz y el martillo casi siempre se han servido de actitudes y estructuras autoritarias que, a lo largo de la historia de la humanidad, ahogando ideas, manipulando y destruyendo la libertad y el comunismo en su propio nombre, eran, son, y parece ser que en el futuro seguirán siendo, la lápida de la revolución.
Ejemplos hay muchos y ya los conocemos todes: la Rebelión de Kronstadt, la Revolución Majnovista, el Gulag, la Revolución Social Española, la Guerra Civil Griega, la Revolución Cubana, la Revolución Húngara de 1956, Praga 1968 y un largo etcétera. No queremos de todos modos servirnos de una historia bañada en sangre e infestada de traiciones como hilo argumental de este manifiesto, porque sabemos que el autoritarismo (de uno u otro lado) cae por su propio peso. Sean cuales sean las formas en las que éste se manifiesta, cada concesión que se le hace siempre acaba generando los mismos conflictos, le es intrínseco
y la espiral en la que se cae termina siguiendo el mismo patrón.
Y es que hoy en día se siguen dando enfrentamientos contra aquelles que defienden el pensamiento único, posturas totalitarias y sin sentido de autocrítica y, aunque las formas sean distintas, el fondo continúa siendo es el mismo. Como hace poco ha vuelto a pasar, se demuestra que la tormenta que el autoritarismo termina desencadenando siempre acaba por adoptar el mismo cariz.
Por esto, como anarquistas, tenemos que servirnos de nuestros propios medios para trabajar, es decir, servirnos de las estructuras libertarias basadas en la horizontalidad, el asamblearismo y el federalismo. Y así evitar caer en ese posibilismo, habitualmente justificado por una falsa practicidad, que acaba por desvirtuar nuestra lucha para finalmente robarle todo su sentido y razón de ser.
No pretende este texto, por lo tanto, quedarse en una denuncia a las agresiones sufridas en el CSO La Gotera, chispa que ha encendido este manifiesto. Con estas palabras también queremos plantar nuestra propuesta. Hacemos por ello un llamamiento a la organización y al federalismo. Entiéndanse ambos términos en sus acepciones más amplias.
No olvidemos que no es la primera vez que actos tan deplorables como éste suceden en Madrid. ¿Cuántos más vamos a tener que aguantar? La verdad no se puede callar, propagarla es una respuesta a una necesidad vital y natural y, si es necesario gritar, se gritará, si es necesario escribir y publicar, se escribirá y se publicará y, ante todo, si es necesario defenderse nos defenderemos. ¿Cómo? Deberíamos analizar antes por qué hemos llegado a esta situación.
Cuando se comparten espacios y luchas con quien no comulga con nuestros planteamientos más básicos, con quien comulga con el autoritarismo bajo pretexto de acabar con un enemigo común (el fascismo y el capital) y con la dicotomía del “conmigo o contra mí” no es de extrañar que termine por arremeter contra aquelles que, a pesar de ser “compañeres de lucha”, difieren de sus postulados. La amenaza siempre está garantizada.
Decía el anarquista individualista francés Émile Armand: “Antes una choza, un vaso de agua y un puñado de castañas, que la labor con quien no place”. Pues bien, en según que circunstancias la labor puede no placer incluso con nuestros seres más allegados, pero es de sentido común buscar siempre el libre acuerdo entre aquelles que creen en él y no entre quienes lo utilizan para terminar imponiendo su voluntad. Y es que en Madrid se da la circunstancia de que, mientras el movimiento anarquista permanece desunido, los mismos grupos que lo integran comulgan con el frentepopulismo.
Por ser ideologías diametralmente opuestas, el anarquismo es el mayor enemigo del fascismo. Somos anarquistas y por lo tanto no sólo somos antifascistas sino también antiautoritarios. ¿Qué conseguimos entonces haciendo causa común con aquelles que defienden lo que precisamente queremos derribar (la autoridad, el estado)? De la historia hemos aprendido que, por lo general, el marxismo y el nacionalismo se han servido del frentepopulismo para vaciar de contenido la lucha anarquista cuando ha estado integrada en él. ¿Estamos condenados a repetir una y otra vez los mismo errores? Aquelles que no toleramos la autoridad, que no queremos conquistar el poder sino destruirlo, que plantamos cara a las imposiciones, a las estructuras verticales y a la obediencia y detestamos la sumisión y el sometimiento del individuo no podemos permitirnos el lujo de realizar tales concesiones.
Si como anarquistas defendemos la propaganda por el hecho, si entendemos que el fin no justifica los medios sino que es un medio en sí mismo y viceversa, tenemos por lo tanto la obligación moral de estar organizades. De no ser así, ¿con qué argumento podremos apelar a una sociedad organizada de forma libertaria sin estarlo nosotres mismes? Para nosotres esto no es anarquismo histórico, como dicen algunes compañeres, sino el anarquismo llevado a su máxima expresión de desarrollo.
Sin nada más que decir, expresamos todo nuestro desprecio hacia los agresores y nos sumamos a las ya múltiples muestras de apoyo hacia les agredides en el CSO La Gotera.
Contra toda forma de autoridad.
Federación Ibérica de Juventudes Anarquistas (Madrid)
Grupo Bandera Negra
bandera_ngra@hotmail.com
Grupo Anarquista La Mecha
grupo.la.mecha@gmail.com
Grupo Anarquista Star
grupostar@nodo50.org
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