Una año más, llega el 8 de marzo, Día de la Mujer Trabajadora, en que se conmemora la muerte de 146 trabajadoras de la fábrica textil Cotton de Nueva York, tras ser incendiada en 1908 dicha fábrica para acabar con el encierro y la huelga que estas mujeres secundaban desde hacía semanas por mejorar sus miserables condiciones laborales.
Hoy, más de un siglo después, el Estado y el Capital, ayudados por sus voceros oficiales, los medios de (in)comunicación de masas, están utilizando esa fecha –símbolo de la lucha de aquellas mujeres contra la explotación- para enseñarnos, desde las instancias oficiales, qué es la igualdad, qué es la lucha por la emancipación y hasta dónde se nos permite llegar en esa lucha. Desde su mirada prefabricada, manipulada y domesticada, nos dicen que igualdad es que haya tantas mujeres como hombres en el parlamento, tener ministras, empresarias y jefas, que las mujeres nos incorporemos a los cuerpos represivos como la policía o el ejército. Tratan de imponer esa igualdad a golpe de subvención, como si necesitásemos “cursillos de liderazgo” pagados por el Estado para poder ser más libres.
Desde hace años venimos observando cómo gran parte del movimiento feminista cae una y otra vez en ese juego manejado desde el poder, que lanza un discurso interclasista según el cual las trabajadoras debemos llevar una lucha común junto con las mujeres que ocupan puestos de poder o que ejercen la autoridad. Poco podemos tener en común con las poderosas, salvo el hecho de ser mujeres. Ellas reconducen y orientan en su beneficio cualquier tipo de lucha que se deje en sus manos, y cuando sea necesario “vender” la causa del antisexismo a sus intereses políticos y/o económicos, lo harán sin que les tiemble el pulso, como ha sucedido en infinidad de ocasiones.
En las manifestaciones del 8 de marzo se palpa un ambiente más bien festivo, y desde luego poco combativo, habiéndose convertido en algo casi folclórico. Parece que nos olvidamos de que día a día estamos sufriendo la explotación en todas sus formas, y de quién está detrás: polítiques, empresaries, banqueres, burócratas de todo pelaje, liberades, jefxs, gurús de cualquier religión, medios... todes elles sustentan este sistema injusto y perpetúan la desigualdad en cualquiera de sus manifestaciones. Pero, llegado el 8 de marzo, todes elles hablan de igualdad, y muches salen a las calles a hacer el paripé. Algunes incluso pretenden hacernos creer que están “trabajando” para que cambien las cosas: se trata de maquillar la superficie para que todo siga igual.
No podemos luchar contra un tipo de opresión si obviamos las otras manifestaciones de opresión, explotación y jerarquía. Ello convertiría la lucha en inútil y superficial. Si de verdad queremos que cambien las cosas, es necesario hacer un análisis más profundo de la realidad y asumir que cualquier tipo de jerarquía es perjudicial. ¿De qué nos sirve tener jefas en vez de jefes? ¿Qué diferencia hay entre ser apaleade por un o una policía antidisturbios? ¿Qué más nos da que nos gobiernen hombres o mujeres? Lo que queremos es no ser gobernades por nadie en absoluto, ser dueñes de nuestras vidas y que nadie decida por nosotres. Sólo así podremos alcanzar una sociedad libre, igualitaria y justa. Ese es el objetivo del anarquismo: la liberación de todes les individues, de toda la humanidad.
Por eso, hoy más que nunca, es necesaria una lucha desde abajo, yendo a la raíz de los problemas, que es la dominación de unas personas sobre otras, y la sumisión de estas. Aquellas personas que luchan contra la jerarquía y la desigualdad que impone el patriarcado deben extrapolar esa lucha a cualquier clase de dominación. Erradiquemos la desigualdad y la jerarquía, vengan de donde vengan, luchemos contra ellas todos los días. Dejemos de obedecer y de delegar en otres lo que nos afecta, organicémonos y recuperemos nuestras vidas.
NI AMXS NI ESCLAVXS. CONTRA TODA AUTORIDAD. POR LA ANARQUÍA.
FEDERACIÓN DE JUVENTUDES ANARQUISTAS DE MADRID - FIJA
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