Con unas escandalosas cifras del paro, con unos recortes sociales y laborales y un aumento de la precariedad de la vida sin precedentes, con un vertiginoso aumento de la corrupción política, una vez más, somos llamados a elegir a los alcaldes de nuestra ciudad y a nuestros representantes autonómicos; en definitiva, a una serie de individuos que nos usurparán la capacidad de decidir por nosotres mismes qué es lo que nos conviene.
Nos van a prometer muchas cosas: Que nos sacarán de la crisis, que nos subirán los salarios o que arreglarán todo lo malo que hicieron los que estuvieron antes que ellos. Cada vez es mayor el número de votantes que no tiene la menor confianza en los políticos que elige, pero esto no es problema para la democracia, que encuentra en los altos índices de conformismo su mejor aliado.
Durante los últimos años, hemos sido testigos de un descarado aumento de la corrupción política. Sin embargo, nosotres no entendemos la corrupción como algo coyuntural o exclusivo de ciertas personas o de ciertos partidos. La experiencia nos demuestra que la delegación es la usurpación del interés colectivo en pro del interés personal; del interés personal del político que da como resultado el escandaloso avance de la clase gobernante sobre la gobernada. Los recortes laborales y sociales no son producto exclusivo de una supuesta situación de crisis económica pues, en primer lugar, los grandes emporios financieros no han tenido ningún retraimiento y, en segundo lugar, esos retrocesos vienen gestándose desde hace tiempo y se quedarán, aunque lleguen épocas de mayor bonanza económica.
Los altos índices de conformismo son, como decíamos, el mejor aliado del sistema parlamentario. No en vano, uno de los conceptos más esgrimido por la clase política es el de tolerancia: es decir, el de soportar, sufrir o sobrellevar. Sin embargo, solo se puede tolerar lo negativo, nunca lo positivo, y se tolera para evitar “males mayores”. Pero nosotres nos preguntamos ¿hasta cuándo vamos a tolerar esta situación?, ¿dónde está nuestro límite? Porque se empieza a tomar conciencia de algo cuando ese algo empieza a ser intolerable y nos volvemos a preguntar si no son intolerables las cifras de paro, de corrupción o de recortes laborales y sociales.
Precisamente es en el ámbito más cercano, el local, donde se están produciendo los mayores recortes sociales. Son los Ayuntamientos -la sección del poder estatal en nuestras ciudades- quienes están promoviendo a un ritmo cada vez mayor los recortes de la libertad individual en el ámbito de la ciudad a través de Ordenanzas de convivencia entre otras medidas. Se regula cómo nos tenemos que relacionar y dónde, qué podemos y no podemos hacer o qué podemos o no podemos tolerar. No se trata de que seamos libres sino cívicos, preocupándonos no de nuestra autonomía personal sino del cumplimiento de las normas que otros han elegido para nosotres.
No existen alternativas dentro del sistema parlamentario. Durante la campaña electoral asistiremos a intensos debates en los que los políticos desvelarán lo malos que son sus rivales, escucharemos incrédulos sus falsas promesas electorales para que, una vez que hayan alcanzado sus propósitos parlamentarios, den al traste con ellas por la búsqueda de su beneficio personal.
Ahí es donde entran en juego los nuevos partidos de la izquierda extraparlamentaria. Extraparlamentaria no porque su campo de actuación quede fuera del Parlamento, sino porque todavía no han conseguido la confianza suficiente como para estar en él. Se trata de hacer un lavado de cara del parlamentarismo y los herederos de las diversas corrientes del marxismo han encontrado en los lemas clásicos de la lucha obrera su mejor crédito electoral. Han sabido adaptar a la perfección la teoría de la confrontación directa a su estrategia política.
Las huelgas, manifestaciones y todo tipo de acciones se presentan como parte fundamental del programa electoral. Se trata de dar la apariencia de que las cosas se pueden hacer de otro modo, aunque finalmente sea para conseguir lo mismo: Usurpar la autonomía individual para relegar la toma de decisiones sobre nuestra vida en otras personas. Vemos como partidos de este pelaje utilizan lemas como organízate y lucha, que en su caso se traduce en menéate y vota. Para ellos no se trata de crear un clima de organización, sino de arrimar a los sectores descontentos del sistema de representación para perpetuarlo. No defienden la acción directa y organizada de forma incondicional, sino como parte de su programa político o delegacionista.
Nosotres, como anarquistas, defendemos la acción directa sin paliativos. No la entendemos como un método de propaganda sino como el único método eficaz para alcanzar los objetivos que nos propongamos, para actuar en nuestro día a día. Se trata de actuar, de manera individual o colectiva, frente al adversario social con solo los medios del individuo y del grupo; se trata en definitiva de recuperarle al Estado el terreno que nos ha ganado a las personas.
Por todo ello, una vez más promovemos la Abstención Activa: No les votes, Organízate y Lucha.
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