martes, 4 de octubre de 2011

Contra el autoritarismo en las (j)aulas: ¡Pedagogía libertaria!


Quisiéramos dedicar estas líneas a la reflexión entorno a lo que supone hoy el sistema de enseñanza y su labor dentro de la sociedad estatal-capitalista. Este texto ha de enmarcarse en el contexto de las movilizaciones que en muchos puntos del Estado se están llevando a cabo para intentar frenar el avance privatizador y mercantilista de la educación pública.

Entendiendo legitimas las reivindicaciones de profesores, estudiantes y personal laboral no-docente en contra de los despidos y los recortes en gasto en educación y el decir “basta” al proceso privatizador empezado hace años por las políticas neoliberales de los distintos Gobiernos, vemos una falta de profundidad en el análisis realizado sobre la educación en sí misma y sus roles y la vinculación que ésta tiene con el actual modelo económico y social.

El origen de la educación pública tiene sus raíces en los primeros años del desarrollo de los Estados liberales tras la superación de la etapa histórica del conocido como antiguo régimen. La nueva clase emergente, es decir, la burguesía, comprendió que necesitaba un vehículo de transmisión de su ideología renovadora, basándose en el “derecho” como base de esa nueva sociedad. La escuela resultaba un medio ideal para transmitir los valores de la propiedad privada, la jerarquía, la necesidad de someterse a una autoridad, el nacionalismo… Todo ello acompañado siempre de una fuerte influencia de la Iglesia, siempre controlando a las nuevas generaciones desde su más tierna infancia.

Si bien es cierto, sectores sociales pertenecientes a la clase trabajadora no recibieron ni siquiera las nociones básicas de la enseñanza universal, dándose una fuerte analfabetización en los distintos países europeos. Surgen entonces distintas iniciativas dentro del movimiento obrero con el objetivo de llevar a la juventud el conocimiento, el saber, la ciencia y los valores de la solidaridad, el apoyo mutuo, la capacidad crítica… siempre con el objetivo de formar personas libres y con inquietudes sociales, capaces de cambiar el brutal e injusto sistema que les relegaba a meras máquinas de producir. Papel muy importante en esta labor tuvieron los sectores anarquistas del movimiento obrero, a través de la fundación de las escuelas racionalistas y los ateneos libertarios, donde se formaba tanto a jóvenes como adultos. Son también de gran relevancia las aportaciones al campo de la pedagogía de importantes teóricos anarquistas, como Bakunin, Ricardo Mella o Ferrer i Guardia, entre otros.

No es pues, hasta el desarrollo de la denominada “sociedad del bienestar” cuando la enseñanza se universaliza realmente y llega a prácticamente toda la población de las sociedades desarrolladas. Este proceso puede explicarse por dos causas fundamentales; la necesidad de una clase trabajadora más formada técnicamente para las nuevas tecnologías aplicadas en el campo de la producción y como transmisión de los valores del consumismo, la competitividad y el individualismo, aparte de los valores “clásicos” mencionados anteriormente.

Actualmente, la labor de la escuela (en todas sus etapas y en todas sus formas, tanto estatal como privada) sigue ejerciendo un rol social de transmisión de los valores del sistema. Por un lado encontramos los sesgados conocimientos, manipulados en algunos casos, persiguiendo el objetivo de transmitir a los estudiantes la visión “oficial” de la Clase Dominante y los valores económicos del Capitalismo. A su vez encontramos que el vigente modelo educativo no estimula el aprendizaje de seres humanos libres y con capacidad crítica, sino que se enfoca hacia la memorización y al modelo de los exámenes, que lejos de buscar transmitir conocimiento hace de los estudiantes meras máquinas de memorizar que encajen dentro de un modelo de prueba, despreciando todo aquello que no sea “materia evaluable”. Por otro lado, la escuela juega un importante papel a la hora de establecer los valores morales de la juventud, basados en la competitividad y el individualismo, donde los estudiantes no son compañeros, sino que se les transmite que su igual es un competidor por una plaza en la universidad o en un puesto de trabajo, por ejemplo. De igual manera se fomenta que surjan diferencias entre los estudiantes, fiel reflejo de una sociedad estratificada en clases sociales, los “listos”, los “tontos”, los “vagos”...

A su vez se refuerza el autoritarismo, utilizando a los docentes como figura a la que obedecer y no cuestionar por el hecho de ser “superior”. El principio de autoridad, es decir, la falsa creencia que defiende la necesidad de tutela y gobierno a las personas por parte de otros seres supuestamente superiores en el campo físico y/o intelectual se transmite a través de la figura del profesor. De igual modo, mediante el viejo conocido “estimulo-respuesta” aplicado a través del premio y castigo se deshumaniza la función pedagógica, utilizando los estímulos del miedo o el egoísmo para adiestrar a la juventud.

No podemos obviar cómo el sistema de enseñanza sirve como preparación de una masa dócil y obediente de mano de obra, que aparte de recibir la pertinente formación técnica, esté a su vez acostumbrada a la rutina y al aburrimiento, propio del trabajo asalariado, y así evitar el lógico conflicto social que este tipo de esclavitud retribuida crea en la sociedad.

Es vital entonces que en estas luchas tomemos conciencia de la necesidad de parar el avance privatizador y mercantilista, que supone un paso más en los intereses empresariales de convertir en negocio la educación, y que a su vez se tornen en contra del sistema de enseñanza burgués y los valores que transmite, para definitivamente derivar en una lucha contra el Capital y el Estado junto con el resto de la clase trabajadora, origen de toda la problemática social y económica.

Para ello, debemos desterrar las luchas dirigidas, orquestadas por los Sindicatos de Estado, CC.OO, UGT y todo sindicato que avale el actual modelo sindical electoralista, que traslada el principio de autoridad al mundo del trabajo, promocionando el delegacionismo, que hace que se erijan como líderes, siempre vigilando que las luchas no se salgan de su tutela y les acabe superando. Hemos de acabar con las “manifestaciones paseo” que se parecen más a un desfile carnavalesco que a una expresión de lucha contra las agresiones capitalistas.

Solo mediante el asamblearismo, la solidaridad y la acción directa, sin delegar en nadie una problemática que atañe a estudiantes, profesores y personal laboral no docente conseguiremos frenar estos ataques y hacer que esta lucha “defensiva” se torne en ofensiva contra el sistema capitalista y el modelo de enseñanza embrutecedor.

Grupo Bandera Negra – Federación Ibérica de Juventudes Anarquistas

Como información adicional, queremos hacer mención a la noticia aparecida en la publicación anarquista madrileña Todo por Hacer, en relación a las actuales movilizaciones de la enseñanza chilena y de cómo hoy día podemos aprovechar las protestas como herramienta más allá de las meras reivindicaciones defensivas: http://www.todoporhacer.org/?p=1047

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